Miramos un montón de cuadraditos que se
mueven en la pantalla. Puede que esté
experimentando una conexión lenta. La voz se corta por momentos y le señalo
con el dedo a mamá que esa bola roja que se mueve dando grititos es su nieta,
mi sobrina. Mi hermano tiene ahora una boca cuadrada y me pregunta por el
accidente. Le decimos a la nena Feliz cumpleaños y Happy birthday al mismo
tiempo. Desde que se separó de su mujer hablamos una vez por semana o una vez
cada dos semanas, pero hablamos más seguido. Este viernes a la noche que es un
sábado a la mañana para ellos, que viven en Australia y hay sol, yo estoy
despeinada y mi sobrina cumple dos años. Mi salud también es un motivo, al
igual que su soledad. Yo prefiero no hablarle de la mía. Hace unas dos horas me
saqué el corset, y me parezco a un chupetín de gelatina que ya no existe pero
se llamaba Tembleque, tiemblo menos
que hace dos meses pero todavía me cuesta asegurarme de manera vertical, no
rengueo ni chuequeo pero tengo miedo, tengo el pecho colorado y el cuello de la
remera marcado, dejé de usar corpiño con aro porque me hace doler la piel hasta
el moretón. El corset me presiona aunque hay otros peores, que llenan todo el
torso y son de plástico color natural. Mi ortopedia es moderna, actual, es liviana
y de aluminio, si quiero puedo colgar mis pulgares y descansar los brazos. Si
no fuera por el corset, mis días serían perfectos, mejores. Si no fuera por el corset, nadie diría que
tuviste un accidente. Se te ve tan bien, esa sonrisa, tanta actitud. Qué lindo
verte así.
El corset da visibilidad. Uno es visiblemente
discapacitado y eso es también lo que nos recuerda a todos que hace exactamente
tres meses un auto me hizo volar por el aire en la esquina de Juramento y Cuba.
En el centro de un barrio en el que nunca creí que habría de pasarme nada malo,
cerca de casa, que siempre es la casa de los padres. Nadie ve, ni siquiera yo
los había visto, hasta después de tres meses y una nueva radiografía, los ocho
clavos que sostienen dos varas de titanio de quince centímetros a cada lado de
la columna y que están unidas donde falta la vértebra que estalló en
incontables pedacitos cuando golpeé contra el piso después del vuelo. Eso es lo
que en realidad me duele cuando hay mucha humedad o estoy mucho tiempo parada o
me inclino o cuando queda el jabón en el piso de la bañera, porque últimamente
las cosas se caen con mayor facilidad de las manos y termino de bañarme con
shampoo, que deja mi cuerpo patinoso; y parece que no puedo terminar de sacarme
la espuma hasta que me seco y todo mi cuerpo huele a pelo de publicidad.
Esta mañana, desayuné en la cafetería de
enfrente del sanatorio y me volqué íntegro el café con leche sobre mi cuerpo.
Las cosas se me caen con más facilidad de las manos. Tengo que ver a un
neurólogo, y también a un psicólogo, tengo que ver y hacerme ver, por eso
todavía tengo que usar el corset. Para que miren y se pregunten pero en el
mismo acto tengan cuidado, y me abran paso o me den el asiento, porque un
corset da curiosidad y porque la gente intenta ocultar sus ortopedias; pero yo
no me acostumbro a la mía y entonces tengo miedo de que no me vean y me choquen
con un changuito de supermercado o me aprieten para meterse en el subte.
Esta mañana, me sacaron sangre y me hicieron
placas. Nos reconocimos con el tipo de limpieza del entrepiso, donde está
diagnóstico por imagen. En los 35 días que estuve internada en el IADT, me hice
una decena de dopplers de corazón, brazos, piernas, pelvis y espalda. Me
llevaban en camilla o silla de ruedas dependiendo mi estado de ánimo. Siempre
estuve despeinada y tapadas las piernas con una frazada. Los camilleros me
trataban con una amabilidad similar al cariño y en las últimas semanas me
decían flaca. Usaba unas pantuflas
con rayitas que mi mamá me había comprado en un local sobre Santa Fé que se
llama Juan y Juan. Él, que usa guantes descatables y empuja un carrito lleno de
bolsas de plástico y desinfectantes, es flaquito y podría llamarse Juan, como
mi tío, mi novio o el abañil de mi infancia, vaciaba los tachos de papeles
húmedos con gel mientras yo esperaba a un costado del pasillo a que me buscara
el médico o mi camillero para llevarme de vuelta a la habitación 304. Nunca nos
hablamos y hoy tampoco, pero él seguía ahí y yo estaba de vuelta esperando que
me hicieran un estudio, aunque esta vez ya no tenía fiebre, ni los veinte
puntos en la espalda.
Esta mañana, cuando me volqué íntegro el café
con leche, los médicos que estaban sentados en las mesas alrededor mío no se
mosquearon. Apenas miraron y siguieron con lo suyo. El resto, los que se
aliviaban del ayuno con tostadas o los que esperaban un resultado fatal con la
cara plana y la taza llena, hicieron lo propio. Porque me vieron en el corset
antes, cuando entré o cuando fui al baño.
Esta mañana, cuando me volqué íntegro el café
con leche, por suerte, mi mamá estalló en una carcajada.
Escribís muy lindo Fanti.
ResponderEliminarQue buen chiste
ResponderEliminarQue buen chiste
ResponderEliminar¡Hola a todos! Escribo este artículo para apreciar el buen trabajo de DR OGALA que me ayudó recientemente a traer de vuelta a mi esposa que me dejó por otro hombre durante los últimos 6 meses. Después de ver un comentario de una mujer en Internet que testifica cómo fue ayudada por DR OGALA. También decidí contactarlo para obtener ayuda porque todo lo que quería era que yo obtuviera mi esposa, felicidad y asegurarme de que mi hijo crezca con su madre. Hoy estoy feliz de que me haya ayudado y puedo decir con orgullo que mi esposa ahora está conmigo otra vez y que ahora está enamorada de mí como nunca antes. ¿Necesita ayuda en su relación, como recuperar a su hombre, esposa, novio, novia? Los espectadores que lean mi publicación que necesita la ayuda de DR OGALA deben comunicarse con él por correo electrónico: (ogalasolutiontemple@gmail.com). También puede llamarlo o contactarlo a través de WhatsApp +2348052394128
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